jueves, 22 de diciembre de 2011

Y todo comenzó cuando llovía. Los coches rojos iban tomando el mando, mientras los grises se pasaban la velocidad máxima, y los blancos se paseaban como chulos. Desde la luz de las farolas se podía observar la lluvia, que, poco a poco caía. Era de noche, las pequeñas gotas de agua se volvían gotones, y cada vez caían más y más deprisa. Aquellas farolas de luz amarilla , aquellas largas farolas que me permitieron verte. En mitad de la lluvia, debajo de la luna llena. Si, hay estabas tu. Levantado, sin paraguas, chorreando agua por la cara. Te daba igual, tu me seguías mirando con ojos, que nadie, jamás me había mirado. Aquellos ojos marrones que echaban lágrimas. De pronto, me acerco corriendo, me paro. Levanto la mirada, me miras. Entre aquellos ojos llorones y aquella dulce sonrisa me soltaste un te quiero. Te abracé, empezaste a correr y yo detrás de ti. Llegamos a un descampado, donde todo estaba oscuro, solo se no veía, a los dos, a ti y a mi, debajo de aquella luna llena.

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